
Felipe Gonzalez y Barenboim, testigos de acuerdos porteños
Escribe Ana Martínez Quijano
En las vidrieras de la joyera Claudia Stad, centenares de partituras e instrumentos utilizados por el maestro Daniel Barenboim y los jóvenes músicos de la West-Eastern Divan Orchestra rivalizaban con los diamantes, esmeraldas, rubíes y zafiros. La puesta en escena de Stad con material genuino y no de utilería sorprendió a Barenboim, que abrió sus ojos inmensos y se quedó un largo rato mirando,
¿Cómo transformar una joyería en un teatro? Ayer se hizo el milagro. En los salones se hallaba esperando a Barenboim el hijo del genial compositor Horacio Salgán, autor de tangos memorables y amigo muy querido del maestro. Buen pianista como su padre, que cumplirá 100 años dentro de poco, César Salgán interpretó “Malena” y apenas dos tangos más de un repertorio clásico.
Unos minutos antes, el expresidente del gobierno español, Felipe González, había pasado como una ráfaga, comió unos bocaditos con sabores naturistas y siguió su gira quién sabe a dónde. Por el contrario, el director del Colón, Darío Lopérfido, llegó temprano y se quedó hasta los postres. Consultado sobre su futuro, aseguró que el teatro es el lugar donde quiere estar. Sobre la posibilidad de acceder al Ministerio de Cultura porteño, señaló que es una decisión que posiblemente la tome este mismo domingo, cuando se encuentre con Rodriguez Larreta. “Nos conocemos con Horacio desde hace años. Nos entendemos muy bien y en apenas cinco minutos podemos tomar decisiones importantes”, agregó.
Luego de los tangos, Stad, vestida con encaje chantillí color tostado y escoltada por su marido, el cardiólogo Pablo Boskis y su hija Florencia, contó sobre su amistad con Barenboim, que se remonta a 15 años atrás. Dijo que el maestro llegó ese día como el mejor regalo de cumpleaños , y le cedió la palabra. Barenboim confesó que la Argentina es el único país donde no se siente extranjero. Relató entonces que fue juzgado desertor durante años y que, cuando superó esa instancia, Jeannette Arata de Erize lo fue a buscar personalmente a París y lo trajo.
El hijo de la inolvidable Jeannette, Alberto Erize, junto a su mujer Mónica Gancia, recordó con cariño ese pasado y recomendó enfáticamente la lectura del hermético compositor contemporáneo Pierre Boulez, uno de los favoritos de Barenboim.
Estaban Teresa Bulgheroni, Cristina Khallouf de Blaquier, Lili Sielecki, Mónica y Guido Parisier y Canela von Buch, todas ellas con trajecitos maravillosos.
El elelenco femenino superaba al de varones. Pero Marcos Aguinis, el rabino Bergman, Jorge Lukowski y Martín Wullich, miraban con codicia los estupendos anillos de brillantes.
Para acompañar el brindis llegaron los bocadillos de salmón y foie, montados sobre pequeños violines y luego, para el postre, unos deliciosos bombones bailaban sobre las teclas de un piano.